Una forma de definir lo que significa traducir podría ser el traspaso de un texto escrito en un idioma a otro. Dicho esto, debemos pensar en todo lo que esto implica y, ciertamente, las diferencias culturales tienen un peso enorme en todo este proceso. De hecho, hay expresiones que no existen en la lengua meta (el idioma al cual se traduce) y hay que encontrar alguna forma de transmitir ese mensaje, de adaptarse al sentido que pretende entregar esa frase inexistente en la traducción.
¿Qué sucede cuando las diferencias culturales van más allá de las palabras? O por ejemplo ¿cuando debemos expresar valores o costos en una moneda extranjera o cuando en una película se debe adaptar alguna conducta que para el espectador podría ser ofensiva? A este proceso, que -en ocasiones- forma parte de la traducción, le llamamos localización.
La localización no es algo que podamos practicar en una interpretación simultánea o consecutiva, al menos no con todo lo que exige esta estrategia. La localización está ligada mayormente a lo escrito y a aquellos productos que requieran de la adaptación cultural mencionada anteriormente.