El título de este artículo representa un cliché a estas alturas. Un cliché para el público que cuando conoce el nombre original de los filmes muchas veces goza al enterarse de los nombres que les han dado en su mercado local.
Quienes definitivamente no encuentran para nada gracioso este tema son traductores e intérpretes que de no conocer el nombre de la película original o el que se le dio en su país pueden quedar en blanco o pasar algún bochorno, sobretodo en la interpretación simultánea que claramente no tiene al tiempo como su aliado y solo en 2 o 3 segundos debe resolver.
En el caso de la traducción algo más de tiempo hay para documentarse al respecto, aunque si se trata de un filme iraní que nunca fue exhibido en inglés y aun cuando lo haya sido el título no tenga equivalencia en español, los problemas pueden ser más complejos.
La localización, que se entiende como una forma de traducción, ayuda en la génesis de esta situación donde se supone se busca la equivalencia que mejor calce con la cultura del país donde se exhibirá la cinta. El tema marketing también juega un rol importante. Puede que no muchos títulos suenen tan atractivos si es que son traducidos literalmente. De muestra un botón, la famosa película norteamericana “La Novicia Rebelde” podría no haber llamado tanto público si es que se hubiese traducido su nombre de manera literal, “The Sound of Music” que significa algo tan poco llamativo como “El Sonido de la Música”.