Ninguna modalidad de interpretación es sencilla. Se requiere de habilidad y concentración al por mayor para interpretar un mensaje de forma coherente desde un idioma a otro, particularmente cuando la audiencia está compuesta por un público masivo. La entrega del mensaje que emite el intérprete debe ser clara, comprensible y precisa en cada momento. Pero, ¿qué es lo que hace que la interpretación simultánea sea más llamativa que otras modalidades?
En una conferencia de varias horas que aborde formas complejas de negocios, puede que resulte difícil seguir al orador, aun cuando éste haga su presentación en el idioma materno de la audiencia. También debe tomarse en cuenta que los asistentes generalmente solo prestan atención al mensaje general y a lo que les concierne, no a cada detalle. Un intérprete simultáneo no sólo debe absorber toda la información que se transmite a través de audífonos dentro de una cabina, sino que además debe transferirla a la audiencia al mismo tiempo por medio de un micrófono mientras el expositor continúa su discurso. Decir que este oficio sólo involucra estar constantemente atento, sería quitarle mérito.
Un discurso continuo significa una interpretación continua. Generalmente el máximo retraso en una interpretación rara vez excede algunas palabras o una frase. El cerebro de un intérprete procesará todo lo que se está diciendo en forma rápida y producirá una interpretación coherente sin caer en la tentación de hacer conclusiones, o bueno, ese es el objetivo a cumplir.
Resulta prácticamente imposible que un intérprete realice esta extenuante tarea de manera ininterrumpida. A pesar de que la concentración es una de las herramientas de trabajo del intérprete, no existe ninguno con niveles de concentración súper humanos, por lo tanto, la calidad de la interpretación podría verse afectada en caso de que trabaje sólo un intérprete por más de una hora. Dado lo anterior, es común que los intérpretes simultáneos trabajen en pares intercambiando turnos que van entre los 20 y 30 minutos.
El resultado final es un producto de interpretación apenas percibido por el orador o la audiencia, pero en el buen sentido. La labor del intérprete no debe nunca ser el centro de atención – es una competencia lingüística que une los puntos entre dos idiomas y culturas y que sólo recibe atención cuando el nivel de la misma está muy por debajo de lo esperado.