Si el expositor de una determinada charla hace sus intervenciones en español y el idioma materno de los intérpretes también es español, podría pensarse que el trabajo de estos últimos es más sencillo. Puede que dicho supuesto no esté tan alejado de la realidad si es que asumimos que los intérpretes entienden todo lo que el orador dice en su discurso.
Pongamos un ejemplo en el que estén presentes las condiciones descritas anteriormente. En una conferencia donde hay más de un expositor y los idiomas de estos, además de los de la audiencia son inglés y español. En esta conferencia, la interpretación simultánea será provista por intérpretes chilenos y entre los oradores que hablan español hay argentinos, ecuatorianos y mexicanos. Cuando corresponda la exposición de uno de estos hispanohablantes, los intérpretes no solo deberán entender la jerga que corresponde al tema que se está tratando, sino que además el lenguaje coloquial que ya sabemos dista entre una región y otra.
¿Cuál es la conclusión de la situación recientemente expuesta? La respuesta es que aun cuando los intérpretes no tendrán problemas en entender lo que dicen en español, se encontrarán con palabras que entienden desde el punto de vista fonético, pero que desconocen su significado o equivalencia. Bueno, y la otra conclusión es que definitivamente no es tan sencillo interpretar de español a español.